Los fines de semana largos dan para todo, para descansar, para trabajar, para volver a descansar, para hablar con los amigos, para leer, escuchar música, pasear, ver la televisión, ver tu película favorita, y entretanto para pensar con pausa. Todo es cosa de organizarse bien… o no. Quizás el secreto es dejarse llevar por las horas y hacer simplemente lo que te de la gana. El domingo me encanta leer en la cama, poesía, literatura agradable, amable para el alma. La droga dura la dejo para otros momentos. Casi siempre ando con dos libros a la vez, esta vez con la primera novela de Elena Moreno, exquisita, «inviting», una de esas novelas que te llevan de la mano alegremente hasta el final y que mientras lees disfrutas con una sonrisa en los labios. Novelas agradables, les llamo yo. La otra novela la revisito; es un clásico de la literatura escocesa, una obra maestra de George Douglas Brown que tituló The House with the Green Shutters en 1901, y una de las obras clave de la literatura que nos ayuda a entender la cultura arcaica, patriarcal, servil a la autoridad calvinista de la cual parece la única forma de escapar es a través de la imaginación… o la muerte. Brown personifica la sociedad rural escocesa en el personaje principal, John Gourlay, un terrateniente de vive en la casa grande del pueblo, la casa del ventanas verdes, y que impone su voluntad de forma despótica en su entorno, principalmente en el hijo que lleva su nombre, quien impotente ante la posibilidad de articular su voluntad mata su padre, lo cual desencadena una terrible tragedia, primero su propio suicidio y mas tarde el de su madre y su hermana.
Pienso en tantas casas de las ventanas verdes. Duele. La tradición de la tierra duele. Este dolor me trae recuerdos, entre ellos una fotografía de un hórreo gallego en ruinas aguantado por una docena de palos, y que mi amigo Antón Fajardo tituló «Apuntalando la tradición.» ¿Es este apuntalamiento una metáfora de nuestro propio suicidio cultural, de nuestro pesimismo y de nuestra incapacidad a la hora de tomar el testigo de nuestra propia tradición? Sea como sea y cuando sea, apuntalando o no, habrá que revisitar nuestros hórreos y nuestras casas de las ventanas verdes como yo he revisitado a George Douglas Brown, un placer.